IDEA Y DESARROLLO:  Sebastián Zavatarelli

Resumen:
La obra se basa en una instalación interactiva formado por dos esculturas compuestas por objetos en desuso, objetos encontrados, tirados. Estas están intervenidas con luces tanto interna como externamente y motores que generan movimiento. Estarán dispuestas en un espacio concreto generando diferentes composiciones cinéticas, lumínicas y sonoras en base al movimiento o la quietud de los participantes que habiten dicho espacio; siendo que al quedarse estos quietos las esculturas comenzarán a acelerar la transición entre sus estados y por el contrario al moverse los habitantes, las esculturas desaceleran dichas transiciones, encontrando en esta relación todo el espectro de instancias intermedias.El movimiento de las esculturas sumado al realizado por los participantes generará una relación hombre-máquina de cuyo choque surgirá la reflexión sobre las acciones que se llevan a cabo en la cotidianidad. Esta obra es la cuarta de una serie en la que vengo trabajando con el mismo concepto en diferentes formatos y con diferentes objetos.

Memoria Conceptual:

Desde que nacemos somos parte de un complejo y entramado sistema socioeconómico que se basa en la producción y el consumo, cuyo éxito depende del movimiento constante entre estos dos. Funciona si hay personas deseosas de consumir y por ende personas que produzcan esos deseos, personas en movimiento. No importa qué deseos ni tampoco importa que producción. Lo importante es la producción sobretodo de deseos y que estos sean efímeros como cada uno de los objetos generados, que tengan una fecha de caducidad establecida y luego sean descartados, escondidos, que desaparezcan de nuestra vista lo más pronto posible para que se puedan producir nuevos y así garantizar el movimiento de la rueda. Somos parte de una especie de máquina que nos imprime el movimiento y es en ese movimiento en el que encontramos el sentido de la vida, la razón de ser de nuestra existencia, la raíz que nos lleva a movernos y a realizar cada una de nuestras acciones. Esta máquina provoca y sacia nuestro apetito, nos imprime el movimiento para que surja el deseo y por último terminamos juzgando que esto es lo que queremos. Realizar acciones por la mera inercia impuesta nos lleva a actuar, a meternos en esta máquina, en el que nos movemos casi instintivamente sin preguntarnos por qué. Somos una pelota lanzada, que en el medio del aire reafirma el deseo de ser una pelota viajando por el aire. Pero nunca hubo un momento de inacción, nunca decidimos realmente que queríamos comenzar con ese movimiento. Cuando nos movemos a través de esta inercia, hacemos lo que se espera y no nos detenemos a pensar, todo en el exterior luce normal, todo se ve como debería, sin demasiado sentido, sin demasiado atractivo, sin ruido, sin sobresaltos. Lo aburrido, lo insípido, lo establecido. ¿Pero qué pasaría si de repente nos detuvieramos? Si conscientemente decidimos quedarnos completamente inmóviles. Podríamos empezar a cuestionarnos el porqué de nuestros movimientos y el porqué de nuestros deseos. Cada una de nuestras acciones tendría que ser cuestionada antes de ser llevada a cabo. Podríamos cuestionar la inercia que nos mueve y de donde surge lo que nos lleva a realizar cada movimiento tendríamos que aceptar el peso de cada una de nuestras acciones, de cada una de nuestras decisiones, de cada pequeño movimiento que realizamos. Debemos enfrentarnos a esta quietud para poder realmente decidir sobre algo. Esta quietud nos llevaría a diferentes estados, ingresaríamos en nuestro interior, experimentaríamos la oscuridad, ya no se vería todo tan claro y establecido, pequeñas luces nos mostrarían diferentes puntos de vista, fragmentos de lo que antes era un todo claro. Pero al mismo tiempo debemos movernos, debemos vivir. Quedarnos quietos y pensar, solo pensar y cuestionar hasta la mínima acción puede llevarnos a un estado de pensamiento en bucle del que no podremos salir. Puede llenarnos cada vez más de pensamientos y ruidos hasta llegar al punto de no soportarlos ni comprenderlos. Por eso podemos comenzar el proceso de movernos nuevamente, pero ya al haber experimentado el extremo del movimiento sin sentido y la completa quietud insoportable, nuestros movimientos comenzarán a ser conscientes y descubriremos que no hay tal cosa como un movimiento completamente alienante, ni una quietud mental y espiritual tan absoluta, sino una simple relación entre estos dos extremos que depende de cada uno hallar.